Haciendo camino al andar…

Por Diana Kordon-Darío Lagos

La Memoria no es para quedarse en el pasado, sino para iluminar el presente y reconstruir la esperanza.

Adolfo Pérez Esquivel, argentino, Premio Nóbel de la Paz, 1980.

La oportunidad de celebrar los 30 años de la Revista Torture, nos convoca a algunas reflexiones acerca del papel del RCT y el IRCT y de nuestra relación con ellos. Esta revisión, sin duda, está atravesada por recuerdos y emociones, sobre las cuales, inmersos en la tarea cotidiana, no solemos escribir. Este ejercicio de pensar nos trae infinidad de momentos y relatos entre lo personal, lo profesional, y la obstinada necesidad de seguir apostando, desde la inédita complejidad actual, a la ilusión de igualdad e inclusión de un futuro más justo y solidario.

Queremos agradecer  especialmente  a  Pau  Pérez por su insistencia en contar  con  nuestra  participación  en  este número  de Torture, dando  testimonio del largo  recorrido  compartido. 

No nos proponemos hacer un análisis exhaustivo, sino contribuir con unas pinceladas, al estilo collage, que puedan estimular y aportar a un trabajo colectivo de historización.

En la Argentina hemos atravesado muchas situaciones traumáticas sociales, pero dos de ellas, como es sabido, han sido las más relevantes:

El genocidio de los pueblos originarios, silenciado por años, que dejó una profunda huella en nuestra sociedad y nuestra cultura; y la última dictadura militar (1976-1984). Todos los 24 de marzo se rememora, en las calles y plazas del país, el aniversario del golpe de Estado que implantó la dictadura más feroz de nuestra historia e impuso el sistema de desaparición de personas, que llegó al número de 30.000; miles de asesinados, y decenas de miles de exiliados. Unido al siniestro sistema de secuestro de niños entregados, mediante documentación falsa, a represores o sus allegados. La tortura fue una práctica sistemática y  generalizada.

A partir de la experiencia de uno de nosotros que colaboraba solidariamente con las Madres, ambos fundamos, con Lucila Edelman y otros colegas, en plena dictadura militar, el Equipo de Asistencia Psicológica de Madres de Plaza de Mayo ( 1979-1990), y luego, junto a Daniel Kersner, el Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Psicosocial (1990 hasta la actualidad), en el que participan también , desde su fundación Mariana Lagos, Noemí Sosa, Silvana Bekerman, Nicolás Pedregal, y Cintia Oberti. Varios miembros del Equipo (Diana Kordon, Darío Lagos, Lucila Edelman y Mariana Lagos) en diferentes momentos, fuimos miembros del Council y del Comité Ejecutivo del IRCT.

Contamos también en el presente con la colaboración de numerosos colegas que han participado del equipo a lo largo del tiempo y de otros psiquiatras y psicólogos con los que compartimos tareas específicas, como se da en el caso del dispositivo de acompañamiento psicológico que desarrollamos en la pandemia. Como así también en el acompañamiento a los testigos en los procesos de acceso de acceso a la justicia por causas de lesa humanidad.

Nuestro Equipo hoy está consolidado y cuenta con una vasta experiencia que nos permitió realizar conceptualizaciones teóricas y técnicas y tener una inserción en el campo profesional, universitario y social.

Sin embargo, en tiempos de la dictadura, tuvimos que hacer un complejo proceso de aprendizaje a medida que caminábamos. Por un lado, teníamos que manejar los temores, producto de las condiciones de riesgo en la que vivíamos. Por otra parte, fuimos el primer equipo de salud mental y DDHH que se conformó en nuestro país, y además contábamos con muy escasa bibliografía. A pesar de haber tenido contacto con algunas misiones internacionales, la primera de ellas de Amnistía Internacional (1976), desarrollamos nuestra tarea en un marco de aislamiento nacional e internacional.

En ese contexto, aún hoy recordamos el impacto que tuvimos cuando fuimos invitados a una reunión del área médica de Amnistía Internacional, en EEUU, en el año 1983. Por primera vez nos encontrábamos con colegas que trabajaban en distintos ámbitos y países en temáticas afines. Y fue allí cuando recibimos la primera invitación a participar en el primer Seminario, organizado por el RCT, en Copenhague, en febrero de 1984.

Ya no estábamos solos. Comenzábamos a sentirnos parte de un conjunto en el que cada cual aportaba con su experiencia. Colegas/compañeros que trabajaban solidariamente en países que, como el nuestro, atravesaban o acababan de atravesar por dictaduras feroces y colegas que lo hacían en países centrales, atendiendo a exiliados y refugiados.

Recordamos reuniones, misiones y seminarios, primero en Copenhague y luego en diferentes países. Se iba conformando una red alrededor del RCT.

En el primer seminario conocimos a Inge Genefke y a los pioneros del futuro IRCT.

En aquéllos años pudimos conocernos y reconocernos. En nuestros acuerdos y en nuestros contrastes. No fue fácil. Veníamos de diferentes perspectivas políticas, experiencias, ideologías, comprensión de la temática de la tortura. Pero teníamos en común un elemento fundamental: nuestro compromiso en la lucha contra las violaciones de los derechos humanos y la asistencia a las víctimas. En medio de apasionadas discusiones, aprendimos a convivir, construir ideas y consensos.

A pesar de las dificultades que nos presentaban las diferencias de lenguas, atravesamientos y culturas, los encuentros también posibilitaron conformar vínculos afectivos significativos.

También compartíamos y seguimos compartiendo la idea de que, a pesar de que tenemos que enfrentar permanentemente situaciones altamente traumáticas, y que, en el caso de quienes vivíamos en países dependientes, estábamos atravesados por la misma situación que nuestros asistidos o pacientes, la posibilidad de ayudar a aliviar padecimientos y elaborar subjetivamente los traumas, le otorga un sentido estimulante a nuestra tarea.

Fueron años de aprendizajes recíprocos y construcciones comunes. El RCT, organización danesa compuesta básicamente por médicos y fisioterapeutas, abrió sus puertas y su escucha a los equipos que trabajábamos en diferentes países, en los que, en la mayoría de los casos, había médicos psiquiatras y psicólogos que planteábamos la tortura como un fenómeno psicosocial y poníamos énfasis en el aspecto psicológico. Planteamos la importancia del contexto social, los discursos hegemónicos, la afectación de la pertenencia social, la autoestima. como elementos internos a la problemática de la tortura. Esto permitió dar un paso fundamental, que fue desmedicalizar y despatologizar la tortura. De una perspectiva restringida, centrada en los efectos en el cuerpo, se pasó a una concepción del fenómeno, que incorporó no sólo la idea de tortura física y psicológica, sino que amplió los alcances en cuanto a quienes son los afectados y pasó a concebirla como un fenómeno social que opera sobre el cuerpo y sobre la subjetividad.

Por otra parte, en sentido inverso, muchos de nosotros pudimos comprender el papel relevante de la rehabilitación fisioterapéutica implementada en el RCT, que contribuía activamente a la reparación física y también a la recuperación de la autoestima. Y mucho mas tarde acercarnos a la importancia del autocuidado y del cuidado a cuidadores como elementos esenciales a la tarea.

En el intercambio entre los centros, con el conocimiento directo de las prácticas que desarrollábamos, y de acuerdo a estudios realizados a lo largo del siglo pasado y del actual con diversas poblaciones (genocidio armenio, campos de concentración del nazismo y el holocausto, los prisioneros de guerra durante la segunda guerra mundial, la internación forzada de norteamericanos de origen japonés durante la Segunda Guerra, sobrevivientes de la bomba atómica, la guerra de Vietnam, prisioneros en la base militar de Guantánamo, las dictaduras de Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay, Argentina, países de Centroamérica, Sudáfrica, Grecia y tantas otras, las vicisitudes del pueblo palestino, las crisis humanitarias de los refugiados y migrantes),pudimos confirmar la hipótesis que teníamos, en el sentido de que la situación traumática incide tanto en las personas que la sufren directamente como  sobre el cuerpo social en su  conjunto y que impacta sobre varias generaciones

Así, en esos años logramos coincidir en el carácter psicosocial de la problemática de salud mental y DDHH. Y también en definir la impunidad como factor de retraumatización.

Recordamos a todos los  profesionales de aquella  camada con enorme  respeto y  cariño. Queremos hacer un reconocimiento especial a Inge Genefke y Bent Sorensen. A Inge por su generosidad, por haber dedicado todos sus esfuerzos a la lucha contra la tortura, donde fuera que ésta se presentara, por contribuir conscientemente a construir un paraguas protector para quienes podíamos vivir situaciones de persecución; y a Bent, por su capacidad y lucidez, y porque habiendo podido quedar cómodamente instalado en los sillones de otros organismos internacionales, no vacilaba en participar como un par, en las actividades del IRCT, entre ellas, en los seminarios latinoamericanos. A ambos por haberse atrevido a confiar en nosotros y apoyar nuestra misión incondicionalmente, como parte de la propia.

El intercambio de experiencias entre los equipos de trabajo se fue profundizando. También la incorporación de nuevos centros. Esto determinó la conformación del IRCT, en 1985. Fuimos parte del núcleo fundador. El objetivo fundacional: Conformar una red internacional de centros cuya tarea fuera poner nuestra profesión al servicio de la lucha contra la tortura y en la rehabilitación y tratamiento a las personas directamente afectadas y a sus familiares. Un entramado de solidaridades. Concebimos la solidaridad como una práctica realizada en común con otros, en pos de determinados objetivos y que construye un nosotros. Es un hacer con otros y no por o para otros. En ese andar y construir conjunto nos modificamos en conductas e ideas.

La pasión solidaria de Inge Genefke dejo huella: El organismo internacional debía estar al servicio de la lucha contra la tortura en todas sus expresiones, e intentar no transformarse en una institución burocrática encerrada en sí misma. Esta lucha por poner el IRCT al servicio de los pueblos y no quedar encadenado a la mecánica hegemónica de los organismos internacionales sigue siendo una tensión que nos interpela y demanda permanentemente de nuestro esfuerzo.

Fueron muchos los logros en todos estos años. El IRCT es una caja de resonancia e instrumento de denuncia de todas las situaciones en las que, en cualquier lugar del mundo, se violen los DDHH y se aplique la tortura. Ha llevado su voz en muchas oportunidades a Reuniones y Simposios de Naciones Unidas y a diferentes organizaciones y gobiernos.

Ha organizado, participado y apoyado numerosas misiones a zonas críticas, en las que se producen graves violaciones de DDHH.

La rehabilitación de los afectados es su marca distintiva.

Se realizan permanentemente Seminarios de intercambio y formación, y Simposios internacionales con la participación de centenares de centros de todo el mundo. El Protocolo de Estambul, herramienta que explicita detalladamente los daños físicos y psicológicos producidos por la tortura, utilizado a nivel internacional, aprobado por Naciones Unidas, y convalidado por Parlamentos de numerosos países, surgió como iniciativa en un Seminario del IRCT realizado precisamente en Estambul.

Se conformaron Redes Regionales que reconocen problemáticas comunes y comparten frecuentemente actividades, denuncias, investigaciones y proyectos.

El IRCT se constituyó en referente fundamental en el campo internacional en la lucha contra la tortura. Son miembros activos más de 150 centros de todos los continentes.

El Journal Torture se constituyó en una herramienta privilegiada del proyecto. El Torture contribuye a poner en discusión y en agenda la problemática de la tortura y los derechos humanos en su relación con la Salud Mental.Es un elemento unificador, que da lugar, al mismo tiempo, a la expresión de la diversidad en cuanto a prácticas y teorías. Está a disposición de los centros para la divulgación de sus experiencias y conceptualizaciones , tanto en términos de denuncia como de producción de conocimientos.

En nuestro caso participamos activamente del IRCT y de la Red Latinoamericana, de la que fuimos fundadores junto a otros centros, y a la que se han ido incorporando equipos de toda la región, representando un espacio fundamental para el desarrollo y fortalecimiento de los propios centros, como así también del IRCT. Vale la pena señalar que en la década del 60 y comienzos de los 70 del siglo pasado, en América Latina soplaban aires de transformaciones sociales que fueron violentamente sofocados y dictaduras militares se impusieron en varios países. En todos estos países, trabajadores de la Salud mental nos sentimos convocados y trabajamos articuladamente hasta el presente. Inclusive en la producción de libros, cuya edición en muchos casos, contó con el apoyo del IRCT.

Fue a partir de nuestra inserción en el IRCT, que pudimos valorar la importancia de acudir a organismos internacionales. Hasta 1990, en la tarea con las Madres, nuestro equipo no había solicitado ni recibido ningún subsidio y realizábamos nuestro trabajo en forma voluntaria. A partir de 1990, con la conformación del EATIP y la apertura de nuestra sede, tuvimos la necesidad de solicitar fondos para proyectos propios y para otros compartidos con diferentes centros. En nuestra opinión, el dinero es una gran ayuda para el sostenimiento y desarrollo de nuestros equipos, pero no es condición excluyente, y, en consecuencia, tampoco debe ser condición para ser miembro del IRCT. Consideramos importante el debate de esta cuestión, dado que, por implicación, pone en discusión concepciones que devienen de la hegemonía de los discursos neoliberales.

Por último, aunque no es materia de esta comunicación, no queremos dejar de mencionar el fenómeno histórico que vivimos en el presente. Situación imprevista, compleja y dolorosa: la irrupción de la pandemia a escala planetaria. Además de las pérdidas reales y simbólicas, la incertidumbre hacia el futuro sigue dominando la escena social.

Con la pandemia se han visibilizado problemas en la estructura socioeconómica en los diversos países, cuyo síntoma principal es la desigualdad en las condiciones materiales y sociales de existencia. Los problemas sociales se agudizan en la mayor parte de los países. Se formulan hipótesis respecto de los caminos de salida de esta situación traumática. La crisis planteada a nivel global, crisis sanitaria y subsecuentemente económica y social, no se da en términos de neutralidad, sino en un marco de confrontación de intereses, frecuentemente antagónicos. En este contexto, se desarrolla también una verdadera disputa en la producción de subjetividades, polarizada muchas veces entre concepciones individualistas y otras que privilegian la potencia que otorga la acción colectiva y solidaria para enfrentar los problemas.

Una vez más, una realidad dolorosa nos interpela. El IRCT y los centros que lo integramos, tenemos larga experiencia en el abordaje de situaciones traumáticas, que podemos utilizar para ayudar a paliar los padecimientos producidos por el flagelo de la pandemia, dando continuidad al compromiso de colocar nuestra profesión al servicio de nuestros pueblos.

 

Publicación original (en inglés): https://tidsskrift.dk/torture-journal/article/view/131228